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lunes, 30 de junio de 2014

Historia de las sevillanas

El origen de las sevillanas como baile tal y como lo conocemos hoy nos retrotrae hasta la Castilla de los Reyes Católicos con las
Seguidillas.

Las Seguidillas son una de las piezas instrumentales, cantadas y bailadas más antiguas de la cultura castellana. Su origen es incierto porque se trata de una pieza creada en el ámbito rural y transmitida oralmente. Hasta la época de los Reyes Católicos no existían documentos escritos. Es en “El Cancionero de Palacio” donde aparecen documentadas por primera vez. A partir del siglo XVI se convierten en el baile principal español.
Durante el siglo XVII, las Seguidillas son adoptadas como baile más representativo y se incluyeron en todos los acontecimientos relevantes. En Sevilla, a partir de las Seguidillas Castellanas surgen las Seguidillas Sevillanas potenciadas y elaboradas por los pícaros y marginados de la ciudad que las convirtieron en las reinas de las juergas de la época.
En el siglo XVIII con la llegada de los Borbones y la influencia francesa, en España se crea el Bolero (baile adaptado a las seguidillas y supone el principio de las conocidas como Sevillanas Boleras). Por lo tanto, las Seguidillas se extendieron a las clases altas y aparecieron las primeras colecciones escritas por maestros de danzas. Ya en 1.740 se deduce que es un baile culto y aparecen estas dos formas que se mantienen hasta la actualidad: las Boleras y las Corridas o Manchegas. En Madrid y Sevilla aparecieron escuelas de baile llamadas “Escuelas Boleras”, crean y recrean la riqueza y variedad de pasos, culturizándolas y diferenciándolas de las Seguidillas que se mantenían en el ámbito rural. En un poema del conde de Noroña “La Quincaida” (1.779) ya se presentan las Sevillanas como estilo independiente de las Seguidillas.
Todavía en el siglo XIX continúan conviviendo las Boleras con las Seguidillas Sevillanas, más tarde llamadas sólo Sevillanas.
Así, durante más de un siglo se repitieron los mismos aires y los mismos estribillos transmitidos de generación en generación. Es en la segunda mitad del siglo XX, cuando resurgen con fuerza porque aparecen nuevos autores que buscan otros caminos para aquella Sevillana decimonónica que no podía quedarse en el molde de una seguidilla antigua.
Por lo tanto, la sevillana juguetea y bebe de distintos estilos musicales y, en sus inicios compartió salones nobles de casas de alta alcurnia junto con el Bolero pero, al hacer el pueblo suyo estos compases comenzó a cantarse en ferias, cruces de mayo o romerías y se transformó a cómo hoy se la conoce.
El escritor Manuel Machado define a la Sevillana como “La copla graciosa y tierna donde hasta las palabras danzan y juegan”.

Carmen Zamorano Rodríguez

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